viernes. 26.04.2024

Los jóvenes castreños están muy preocupados por lo que comen. Este

cambio en los hábitos de consumo en los que involucran a sus padres a

los que acompañan a comprar en el supermercado, se debe a una

iniciativa del área de Juventud del Ayuntamiento de Castro Urdiales que

se ha desarrollado en los institutos Zapatero Domínguez y Ataúlfo

Argenta. A través del taller 'Me lo como todo', los estudiantes han

conocido los peligros que esconden los más de 300 aditivos autorizados

(conservantes, colorantes, edulcorantes, antioxidantes, emulgentes y

acidulantes) que están presentes en la mayor parte de los alimentos que

consumimos.
Esta iniciativa se ha desarrollado recientemente en dos institutos

castreños y está previsto que en el plazo de unas semanas el taller se

imparta en el colegio Menéndez Pelayo. Nina Pérez, Cristina Sánchez y

Anna Villanueva, educadoras de la empresa Tritón y responsables del

taller, desconocían la trascendencia que iban a tener sus enseñanzas y

cómo éstas iban a cambiar la manera de hacer la compra. Ahora, son los

padres quienes paran a las monitoras por la calle y les preguntan sobre

el tema. En otras ocasiones, les recriminan: «Buena la habéis armado.

Ahora, tengo que mirar todas las etiquetas».

Dolor de cabeza,

rigidez en el cuello, voracidad e incluso cáncer, son algunos de los

efectos secundarios de los aditivos alimentarios que consumimos a

diario. Cristina Sánchez explica que en los talleres «se trata de

enseñar a los jóvenes a leer las etiquetas para no consumir en exceso

ningún aditivo. Lo curioso es que el peligro no sólo está en los

aditivos artificiales, si no también los naturales como la cochinilla

que se emplea para dar color fresa a los yogures y produce intolerancia

o efectos adversos».

Lo que no sabían las monitoras es que sus

consejos iban a repercutir también en los padres. «No comas eso», les

aconsejan sus hijos que han tomado las riendas en la curiosa

contabilidad de cuantos aditivos y en que dosis ha de consumirlos la

familia.

Tras asistir al taller, son muchos los estudiantes de

secundaria que se preguntan, «¿Cómo pueden vender esas cosas si hacen

daño a la salud?». Son las responsables del taller quienes les han

explicado que aunque su consumo está autorizado, «hay que tener cuidado

de la cantidad que consumimos y tener conciencia de que crean

adicción».

El más conocido de los aditivos, es el potenciador

del sabor: el glutamato monosodico (E-631), una sustancia que puede

provocar jaqueca y rigidez de cuello y, aunque en un primer momento

sacia, más tarde provoca voracidad que puede derivar en bulimia u

obesidad.

La falta de tiempo para cocinar y comer siempre

alimentos precocinados puede, si no se leen las etiquetas, llevar a un

exceso en el consumo de potenciadores del sabor.

Después de

asistir al taller y tener conocimiento de todos estos aspectos

relacionados con la alimentación, los estudiantes se preguntan «Si la

bollería y las patatas fritas producen todos esos efectos si lo comemos

en exceso, ¿qué podemos comer?» . La respuesta de los monitores es

sencilla: «Lo mejor, las rosquillas de la abuela». A esta respuesta una

alumna replicó: «Ya, pero es que las abuelas ya no hacen rosquillas».

Extraído de: eldiariomontanes.es

Mira las etiquetas antes de comprar