viernes. 26.04.2024

¡Salvese quien pueda! El terreno se movía. Al principio lentamente, como un abanico que se cierra formando ondulaciones. Algunos mineros que todavía estaban dentro del espacio afectado huían como podían o quedaban atrapados por los corrimientos y desprendimientos.
Junto a la excavadora número 3 había un grupo de ellos escuchando la lectura del "Liberal", periódico de moda entre los mineros de aquellos años. Un pinche les dijo que el mineral se tragaba por varios sitios cercanos al Pocillo y se movían las pilas de traviesas. Le mandaron que quitara el barrilito del agua que estaba sobre ellas, pero no le dio tiempo, en segundos todo se movía. Desde arriba, en el talud al borde de Campoezquerra, se oían los gritos de "¡¡Sálvese el que pueda!!. Mientras huían se hundía el terreno bajo sus pies y las traviesas de las líneas ferroviarias quedaban al aire unidas a los carriles en el vacío y los hombres hacían equilibrios mientras corrían cuanto podían.

Cuatro o cinco obreros quedaron atrapados en la chabola, bajo el talud donde habían comido resguardados del pertinaz y húmedo "sirimiri" que no había cesado en toda la mañana del 7 de abril de 1930, otro estaba cogido entre unos hierros y gritaba pidiendo auxilio, mientras el terror se apoderaba de todos ellos. Estas escenas quedaron gravadas para siempre en la mente de cuantos las presenciaron y pudo ser la mayor catástrofe sufrida en nuestros campos mineros, por lo que se consideró milagroso que costara solamente unos cuantos heridos y una sola victima, entre los cientos de mineros que laboraban en las canteras y galerías de la mina "Anita", en Campozquerra, el desaparecido poblado minero perteneciente a Lusa, arriba de la montaña del Alta, sobre el “Pocillo" abierto y carcomido en el Pico de Aro, en cuyo talud minero trabajaba el moderno perforador “Ruston".

LA TRAGEDIA

El muerto fue Vicente Blanco Prieto, de 35 años, procedía de León, era conocido por "EI Rey" y vivía en Lusa. Se trataron distintas versiones, mientras unos decían que volvió por el saco de yute, que en aquellos años era el “impermeable" comúnmente utilizado por los mineros durante los días de lluvia, había quien decía que cuando comenzó el corrimiento de tierra, regresó por el martillo perforador, pues unos días antes le hablan amonestado por haberlo dejado tirado durante la explosión de barrenos y había quedado algo averiado. Lo cierto y extraño, es que tardaron muchos días en hallar su cadáver detectado por los aullidos de un perro y el corro de buitres en el cielo sobre la montaña. Estaba en la cota 230, lejos del lugar donde se suponía que había quedado atrapado y enterrado en el plegamiento del terreno. Junto al cadáver se encontraron el saco de yute y el martillo perforador.

Por ser la hora de la comida, ningún otro minero había quedado dentro de las galerías. Hubo diferencia de criterios entre el personal dirigente, mientras algunos creyeron que no sucedería nada, otros, más acertados, recomendaron al personal abandonar las galerías y que los familiares que les llevaban la comida, porque era el mediodía, salieran todos del recinto minero cuando cesó el trabajo a las 12 .

Aquella mañana, algunos de los mineros que trabajaban en las galerías habían apreciado como las ratas, ese gran “amigo" de los mineros, como también lo son los canarios en las minas de carbón, huían de sus nidos y salían al exterior y algunos crujidos y caídas de material menudo entre las entibaciones hacían sospechar lo que aconteció a las 12,30. Solo algunos grupos para servicios mínimos y otros que no dieron importancia a estas cosas quedaron cerca del tajo a la hora de comer. Pese a ello todos consideraron que fue un gran milagro que el hundimiento de la mina no se cobrara un elevado número de victimas.

Varios caballos quedaron sepultados y murieron en las galerías. Pocos días después de la tragedia, bajo una chimenea de reventilación que había quedado menos afectada, hallaron el pelo y restos de uno de los caballos percherones estrellado contra el techo de la galería, pero al abrir un boquete en los escombros, por el otro lado surgieron unos ojos asustados y otro percherón, echando tierra hacia atrás como una lagartija, con su peludas patas de grandes cascos, logró salir al exterior y eran emocionantes los gemidos, como si llorase o riese de alegría, del noble bruto, mientras le acariciaba Luis Villazón "Mazantini" encargado de la cuadra. Nos valemos de referencias de Jose Garcia, nativo de Campozquerra, de Emilio Acordagoitia y sobre todo de José Bravo minero y exalcalde de Mioño.

LA MILAGROSA Y SAN RAFAEL

Laureano Odriozola era uno de los comerciantes establecidos en Campoezquerra y atendiendo el sentir de aquellas gentes sencillas, que lo pedían, adquirió y subió al pueblo una imagen de la Virgen Milagrosa. No había iglesia, ni siquiera una humilde ermita en el campamento minero, pero solía subir algún cura de Santullán y se hacia una misa de gracias el 11 de julio fiesta de La Milagrosa.

Posteriormente la compañía minera construyó la actual ermita del campo de Lusa, que el ingeniero que la dirigió dedicó, caprichosamente, al santo cuyo nombre era el de uno de sus hijos, San Rafael, suplantando a la Milagrosa Así nos lo dijeron las gentes más ancianas del lugar, entre ellas Araceli y Amada Sánchez Peña y Pilar Colina, cuando escribimos los capítulos del libro Crónicas de los Pueblos de Castro" en el verano de 1982 del que extraemos datos para estas notas.

Fuente: lailustraciondecastro.tk

RECUERDOS: El por qué de La Milagrosa en Lusa