Medio millón de metros cuadrados de monte entre los términos de Castro
Urdiales y Muskiz. Ese es el terreno que, palmo a palmo y desde hace
más de un siglo, se disputan Cantabria y el País Vasco. Una polémica
intensificada ahora por el Ayuntamiento castreño.
Una polémica territorial por cincuenta hectáreas de monte en el límite
que separa los términos territoriales de Castro Urdiales (Cantabria) y
Muskiz (Vizcaya) ha abierto una lucha vecinal, y ahora también
política, que se dilucida metro a metro y sin apenas treguas desde hace
más de un siglo y que se ha reavivado con una nueva iniciativa del
Ayuntamiento del municipio cántabro.
Ahora, el fuego se reaviva con una iniciativa del Ayuntamiento de
Castro Urdiales. El alcalde, el regionalista Fernando Muguruza, asegura
que el próximo jueves se retomará en el Consistorio la «redefinición»
de la línea divisoria entre el municipio cántabro y el de Somorrostro.
Muguruza esgrime que «según un estudio previo de la Universidad de
Cantabria, nuestros vecinos pretenden adueñarse de más de medio millón
de metros cuadrados pertenecientes a Ontón y, por ello, a nuestra
región».
El origen del conflicto vecinal se remonta a 1889. Según relata en
un libro el historiador Carlos Glaria, la desavenencia surge por la
desaparición de los mojones que delimitaban la frontera entre ambas
localidades a finales del XIX. Las grandes piedras labradas que
marcaban el límite entre las pedanías de Somorrostro, en Vizcaya, y
Ontón, en Cantabria, fueron retiradas para la construcción de
trincheras en la guerra carlista.
Décadas de desencuentro
Así, en el libro «Muskiz: Historia y toponimia de un Concejo del
Valle de Somorrostro» se explica cómo tuvo lugar el desencuentro: «Como
informó el alcalde de Muskiz a la Diputación, los comisionados de
Castro no se conformaron con poner otros en los sitios en los que
estaban los anteriores, sino que pretendieron colocar las señales a su
capricho, lo que impidió tomar acuerdo alguno». En 1924 se vivieron
momentos de tensión, cuando vecinos de las pedanías castreñas de Ontón,
Baltezana y Talledo, acompañados por la Guardia Civil, «destrozaron el
cierre de estacas y alambrada de las plantaciones de pinos que la
Diputación de Vizcaya había realizado, propiciando la entrada de
ganado», asegura Carlos Glaria.
Episodios de desencuentro que se han repetido a lo largo de las
décadas en este paraje de la discordia, conocido como La Bernilla. En
1925, técnicos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) realizaron un
nuevo apeo de deslinde, al que no acudió representante alguno de Muskiz
en protesta por los hechos del verano anterior.
En la actualidad, Cantabria reclama la vigencia de la línea
divisoria de entonces. Pero un nuevo y más moderno estudio, realizado
en 1980 por el propio IGN, devolvía una porción de terreno a Vizcaya,
aunque partía por la mitad una de las fincas que reclamaba Muskiz. Esta
última delimitación no satisfizo a nadie y sólo sirvió para reactivar
la pugna territorial, especialmente cuando, hace poco más de un año, el
gobierno autonómico cántabro, presidido por el regionalista Miguel
Ángel Revilla, anunció que reclamaría a los tribunales las hectáreas
convertidas en tierra de nadie.
La Diputación de Vizcaya, que dice haber desarrollado allí
importantes labores de selvicultura -relacionadas con el eucalipto-
aseguraron en ese momento que defenderían «con vehemencia» sus derechos
frente a Cantabria. Y entre tanta dialéctica belicosa, Glaria pone el
sentido común y recuerda que, «desde la prehistoria, el aprovechamiento
forestal de ese paraje fue compartido al 50% entre los vecinos de uno y
otro lado. Lo más lógico sería compartir el trabajo y los recursos»,
apunta el escritor.
Extraído de: abc.es