viernes. 19.04.2024

Como un último sábado de Aste Nagusia. El mismo gentío, pero encima concentrado en menos calles, y las mismas ganas de fiesta. Así se vivió ayer en Bilbao el Carnaval brasileño de Carlinhos Brown, que estuvo a punto de morir de éxito. Y es que la muchedumbre fue tal, que hasta bailar se hizo difícil por momentos. La samba desata pasiones. Y la curiosidad también.

Poco antes de las seis de la tarde, hora prevista para que salieran los camiones que iban a transportar a Carlinhos Brown, Daniela Mercury y sus respectivos séquitos de músicos y bailarines, ya los alrededores del Sagrado Corazón eran un hervidero de gente desafiando a un inoportuno e incesante sirimiri. Banderas verdes y amarillas, camisetas de la selección de fútbol brasileña, pelucas y camisas hawaianas, junto a miles de banderines y pañuelos que hacían propaganda de la compañía telefónica que patrocinaba el evento, daban un curioso colorido a la Gran Vía. «Arratsaldeon!, ¡Viva Bilbao! ¿Sabemos bailar?» fue el saludo de guerra de Carlinhos Brown sólo diez minutos después de la hora prevista.



Una fiesta unica

Ataviado con un sombrero alto y blanco, la piel pintada, brazaletes y collares sobre el cuerpo, el músico de Candeal presidía el escenario montado sobre un enorme camión de 28 metros de largo.
«Tenemos una fiesta única por delante», aseguró. Pero los comienzos no fueron fáciles. El camión apenas podía avanzar, hubo varios amagos de avalanchas y se vivieron algunos ratos de apuro. Y Carlinhos pasó a dar consejos. «Tener cuidado. En el Carnaval se anda. ¡Muévanse!». Pero aquello no avanzaba. Y es que, aunque la organización estableció un perímetro de seguridad en torno al camión de cinco metros, nadie había despejado la calle y toda la Gran Vía era un tapón incapaz de ir ni hacia adelante ni hacia atrás. Hubo desmayos y agobios. Y aunque se había repetido por activa y por pasiva que no se llevaran niños pequeños, los había de todos los tamaños, con sillita y sin ella, y nada contentos, por cierto.

Pero pronto “María Caipiriña” comenzó a sonar en la voz de Carlinhos Brown y las caderas empezaron a moverse a ritmo de tambor y timbal. Manos arriba, manos abajo, la fiesta fue calentándose al paso del cortejo, contagiada la gente del movimiento de los bailarines de capoeira y danza cobra que acompañaban al cantante. Antonio Carlos Santos de Freitas, verdadero nombre de Carlinhos Brown, lleva el carnaval en la sangre, pues ya de niño participaba activamente en la fiesta de su tierra bahiana. El fue uno de los primeros en utilizar en las calles de carnaval el tambor timbau, un instrumento que se usaba durante las ceremonias religiosas.

Trescientos metros más atrás, la cantante Daniela Mercury ­hoy una estrella en Brasil, pero que comenzó su carrera profesional en el Carnaval de 1986 cantando con Tríos Eléctricos, los camiones que llevan la música por las calles de Bahía­ hacía las delicias de la gente con los ritmos calientes de su tierra. Con la tripa tatuada al aire y una capa que le llegaba de los cabellos a los pies, Mercury, con dos bailarines a su lado y otras tres en la popa del camión, enseñaba a mover la cadera a las miles de personas que le rodeaban. «Dos pasos alante, dos pasos atrás; a la derecha y a la izquierda», explicaba. Y se mostraba encantada con la fina lluvia. «¿Y que más da, si no hace frío? Es para aclarar el cuerpo», animaba por el micrófono. Sus canciones de samba, capoeira, salsa y batucada hacían mover las piernas hasta al más soso. Menos entusiasmo recibió el “Macarena”, que la Mercury entonó con toda la buena intención del mundo, recibiendo a cambio algún que otro silbido.

Y mientras sobre el asfalto se respiraba un intenso olor a porro, en los balcones se vivía otra fiesta paralela. Cuadrillas enteras agitaban desde las alturas banderas brasileñas a ritmo de samba saludando a los músicos bahianos.

Pero el Carnaval organizado por Movistar atrajo también a miles de curiosos, que colapsaron las calles adyacentes al recorrido, además de convertir las aceras en una muralla infranqueable. Las cientos de personas que acudieron de otras ciudades a participar en la fiesta se encontraron con que no era nada fácil llegar hasta el lugar en el que se producía la música. «Venimos de Santander y desde allí sé que se ha desplazado muchísima gente. Hay buen ambiente pero esto está muy mal organizado», señalaba Miguel Angel.

Vilma, brasileña afincada en Bilbao desde hace poco tiempo, aseguraba que el ambiente se parecía mucho al de los carnavales de su país. «No esperaba tanta gente, me recuerda mucho a Brasil, está muy bien». Todos los brasileiros de Bilbo estaban ayer en la fiesta. Los de Bilbao y alrededores, como Rosa, que se vino de Gasteiz con unos amigos para citarse en la capital vizcaina con otros colegas, integrantes todos ellos de un grupo de capoeira. Rosa se lamentaba de que hubiera «demasiada gente», pero decía que al menos había podido filmar a Carlinhos con su pequeña cámara digital. «Si hubiera hecho sol, ya sería la bomba», decía.

Cuando, pasadas las diez de la noche, Carlinhos y Daniela se despidieron de la gente, tras demostrar, ellos y sus bailarines, una increíble capacidad de resistencia física, la fiesta continuó por las calles de Bilbo durante toda la noche.

Fuente : gara.net

...Y Carlinhos desbordó Bilbao