El Gobierno cántabro ha abierto un nuevo frente en su lucha con Vizcaya por los límites de ambas provincias. Si a comienzos de este mes la Audiencia Nacional ya le dió la razón y ordenó la integración del casco urbano de Agüera en el territorio de esta región, el Ejecutivo de Miguel Ángel Revilla vuelve a la carga y reclamará ante los tribunales 200 hectáreas de monte entre Castro Urdiales y Muskiz.
El paraje, conocido como La Bernilla, se encuentra entre el pico Mello y El Haya. La Diputación de Vizcaya ha desarrollado allí importantes labores de selvicultura. Fuentes de la institución foral han anunciado que defenderán 'con vehemencia' su derecho frente a Cantabria.
El origen del conflicto vecinal se remonta a 1889. Según relata en un libro el historiador de Abanto Carlos Glaria, la desavenencia surge por la desaparición de los mojones que delimitaban la frontera a finales del XIX. Las grandes piedras labradas fueron retiradas para la construcción de trincheras en la guerra carlista.
Así, en el libro 'Muskiz: Historia y toponimia de un Concejo del Valle de Somorrostro' se explica cómo tuvo lugar el desencuentro: 'Como informó el alcalde de Muskiz a la Diputación, los comisionados de Castro no se conformaron con poner otros en los sitios en los que estaban los anteriores, sino que pretendieron colocar las señales a su capricho, lo que impidió tomar acuerdo alguno'. En 1924 se vivieron momentos de tensión, cuando vecinos de las pedanías castreñas de Ontón, Baltezana y Talledo, acompañados por la Guardia Civil, 'destrozaron el cierre de estacas y alambrada de las plantaciones de pinos que la Diputación de Vizcaya había realizado, propiciando la entrada de ganado'.
Al año siguiente, técnicos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) realizaron un nuevo apeo de deslinde, al que no acudió representante alguno de Muskiz en protesta por los hechos del verano anterior. En la actualidad, Cantabria reclama la vigencia de la línea divisoria de entonces. Pero un nuevo y más moderno estudio, realizado en 1980 por el propio IGN, devolvía una porción de terreno a Vizcaya, aunque partía por la mitad una de las fincas que reclamaba Muskiz. La última delimitación no satisfizo a nadie.
Glaria recuerda que, 'desde la prehistoria, el aprovechamiento forestal de ese paraje fue compartido al 50 por ciento entre los vecinos de uno y otro lado. Lo más lógico sería compartir el trabajo y los recursos', apunta el escritor.
Fuente : terra.es