sábado. 20.04.2024

Cambió las montañas, los paisajes verdes, las tardes de lluvia y los sobaos por resortes de lujo, rascacielos, un hotel suspendido sobre el mar, impresionantes zocos, una pista de esquí artificial, empresas multinacionales y una isla artificial en forma de palmera. Paula Díaz llegó a Dubai por amor, previo paso por Qatar, donde estuvo viviendo y trabajando un tiempo, hasta que finalmente alcanzó la costa de la que fuera la isla de las perlas para los venecianos, hoy el emirato más próspero de los siete que constituyen Emiratos Árabes Unidos.

Oriunda de Castro Urdiales, su vida dio un giro de 180 grados cuando conoció a Bahraini, hoy su marido, con quien vive en Dubai, donde Paula trabaja en el departamento comercial de la aerolínea Emirates. «Siempre me llamaron la atención los países del Golfo Pérsico», reconoce. En Dubai, lo que más le impresionó fue «el lujo y el nivel de vida » que destila este oasis occidental en el corazón de Oriente Medio.



Aunque «de oriental Dubai tiene más bien poco», señala y pone como ejemplo la ropa tradicional conocida como kandora para los hombres y abaya para las mujeres. «La prenda masculina es generalmente blanca, mientras que la de las mujeres suele ser negra».

Algunos de sus edificios también tienen reminiscencias de esta parte del globo, principalmente zocos y mezquitas, y algún ejemplo de arquitectura tradicional, caso de la Heritage House, un edificio histórico hoy convertido en museo, que refleja el pasado de Dubai.

Estos elementos se mezclan en el paisaje con modernos edificios, como el Burj Khalifa, que con 818 metros de altura es el rascacielos más alto del mundo; centros comerciales como el Mall of Emirates, que alberga en su interior una pista de esquí artificial; lujosos hoteles a orillas del mar Arábigo, entre los que destaca por ser el único hotel de siete estrellas del mundo, el Burj al Arab, que «se puede visitar» y supermercados y grandes superficies donde se pueden encontrar productos de muy diversos rincones del mundo. Tanto es así que Paula ya ha encontrado en sus estanterías anchoas de Cantabria y «¡a un paso de casa!». Cosas de la globalización.

Oasis occidental en Oriente

Los occidentales también son mayoría en la conocida como perla del Golfo Pérsico. «La población emiratí es minoría en el país, ya que la mayor parte de la población la componen los llamados expatriates, formados principalmente por dos grupos: los trabajadores de la construcción, la limpieza y el hogar, que provienen de países asiáticos subdesarrollados, y los occidentales. Aquí casi nadie es originario de Dubai, así que la integración en su sociedad es muy fácil».

Con esta miscelánea social cabe imaginar que la lengua vehicular de la gran mayoría de sus ciudadanos sea el inglés. «No hablar árabe no supone un problema, ya que todo el mundo, sin excepción, habla inglés, por otra parte, el idioma por excelencia de la inmensa mayoría de las empresas aquí asentadas», resuelve taxativa esta cántabra de 28 años.

Estas empresas encuentran pronto incentivos para no levantar el vuelo: la ausencia de impuestos y la seguridad. «El índice de criminalidad es realmente bajo y comprar productos electrónicos y coches resulta más asequible al carecer de impuestos. En cuanto al día a día, salir, comer fuera y alquilar o comprar una vivienda son unos lujos que se escapan del poder adquisitivo de la gente corriente, pero los salarios, a menudo, lo compensan.

Islas artificiales de oro

UNA DEUDA A LA ALTURA DE SU TREN DE VIDA. Hasta llegar a la construcción del Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo con una altura de 818 metros, Dubai ha vivido probablemente el desarrollo urbanístico más increíble de todos los tiempos, pasando en poco más de 30 años de ser un asentamiento humano a orillas del golfo Pérsico que subsistía de la pesca y el comercio de piedras preciosas, a constituir uno de los destinos turísticos de lujo más demandados. Un milagro con unas consecuencias a la altura de su tren de vida: una deuda millonaria que dejó a su paso el conglomerado estatal Dubai World, un proyecto faraónico que incluye 300 islas artificiales para ganar terreno al mar y seguir edificando villas residenciales, apartamentos, restaurantes, parques temáticos y hoteles de lujo. A este archipiélago se le suman las islas Palm Jumeirah y Palm Deira, que toman la forma de una palmera de dátiles. Para su construcción se ha extraído arena del fondo de este golfo asiático. Esta parte del proyecto fue encomendada a la compañía belga Jan De Nul y la holandesa Van Oord.

La castreña Paula Díaz frente al hotel Burj Al Arab, el único en todo el mundo con siete estrellas. / EL MUNDO

Fuente: MUNDO CANTABRIA

CÁNTABROS POR EL MUNDO / Paula Díaz; una castreña en Dubái