domingo. 03.12.2023

Nos estamos equivocando con Castro. La localidad cántabra no es, como solemos creer, un agradable lugar turístico donde ir a chapotear y tomar el aperitivo cuando hace buen día. ¡Qué error! En realidad, Castro es desde hace un tiempo una convulsa capital política y financiera, una especie de Poisonville en la que se juega la partida de póquer del poder y la gloria.

A Castro deberíamos dejar de ir en chancletas para comenzar a hacerlo con gabardina y gafas oscuras, dispuestos a recibir chivatazos sobre grandes inversiones y a negociar con dosieres comprometidos en oficinas mal iluminadas. Menudo ambientazo hay por allí. Por si los últimos escándalos urbanísticos y judiciales no eran suficientes, ahora llega el Tribunal de Cuentas con un informe sobre la gestión del Ayuntamiento en los últimos años: un documento que oscila entre la ópera bufa y la novela de terror.

El informe determina que, entre 2003 y 2006, el Consistorio castreño pagó 1,4 millones de euros por fallos judiciales que le condenaban en asuntos mayoritariamente relacionados con el urbanismo. Es una pasta, estoy de acuerdo, pero ni siquiera es toda la pasta. Al parecer, la colaboración del Ayuntamiento con el organismo fiscalizador no ha sido precisamente ejemplar y hay mucha información que no ha hecho el camino de Castro a Madrid. Todo un misterio. Aún así, el Tribunal de Cuentas concluye que en el municipio se han dado graves deficiencias organizativas, falta de control en los pagos, irregularidades en los procesos de gestión y algunas otras cosas que a buen seguro tranquilizarán a los contribuyentes del pueblo. Siempre agrada saber que el dinero de uno está en buenas manos.

En este caso las manos eran las del tripartito formado por PRC, IU y PP. Presidía Fernando Muguruza, ese hombre de trayectoria complicada que en 2007 se transfugó para conservar la alcaldía y hace unas semanas fue detenido por la Guardia Civil acusado de prevaricación, malversación y otras minucias. La biografía del personaje da el tono del sainete. No descarten que este verano en Castro la gente no vaya a la playa, sino al Ayuntamiento. Al fin y al cabo, es allí donde está la verdadera diversión.

Extraído de: elcorreodigital

PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA / Chanchullos al sol