sábado. 14.12.2024

El autor analiza la corrupción castreña y la complicidad de los grandes partidos políticos y el Gobierno de Revilla.

Vivimos en un sistema económico basado en el consumo, con crisis periódicas de sobreproducción, pero esta vez se han pasado, nos hemos pasado. Primero nos metieron en una burbuja en la que nos mantuvieron durante 10 años, desde 1996 a 2006, haciéndonos creer que las crisis económicas se habían acabado y que vivíamos en una nueva potencia económica mundial. El aire que inflaba la burbuja económica era una deuda descontrolada. Desde el Estado y desde todas las instancias públicas, pasando por las entidades financieras y llegando a las economías familiares, la deuda era la sustancia que alimentaba el bienestar soñado, pero los sueños tienen su final y nos hemos despertado de pronto con graves problemas económicos; una deuda pública, y especialmente privada, descomunal, un desempleo de más del 20%, acercándonos a los 5 millones de personas paradas y un desempleo juvenil que supera el 40%.




Para que el despertar de los parias, aquéllos que sólo poseemos ingresos de nuestro trabajo, no fuera demasiado bronco nos aplican el electroshock del Zapaterazo en forma de medidas de austeridad, para meternos el miedo en el cuerpo, para que pensemos que todavía puede ser peor: «Virgencita, virgencita, que me quede como estoy». Que tengamos miedo es fundamental para que no nos preguntemos cómo hemos llegado a esta situación y sobre todo, quién se ha beneficiado, porque alguien se ha tenido que quedar con toda la deuda que han gastado, que nos hemos gastado.

También hay algunos rayos de esperanza, para darnos cuenta de que los españoles no estamos condenados genéticamente a ser unos muertos de hambre y que la picaresca ciudadana y la corrupción de nuestra clase política no son consustanciales a la sociedad española. Uno de esos rayos de luz es el del comportamiento de nuestros jóvenes deportistas. Durante generaciones pensamos que los españoles sólo podíamos aspirar a triunfos en deportes individuales de sufridos deportistas, como Bahamontes, MarianoHaro, Santana, etc. Los deportes de equipo como el fútbol se caracterizaban por deportistas remachitos airados y acomplejados, que espoleados por la leyenda de la furia española, siempre encontraban alguna disculpa para perder. Sin embargo, desde hace unos pocos años, primero en baloncesto y luego en el fútbol, nos hemos encontrado con una nueva generación de jóvenes españoles que hacen muy bien lo suyo, acostumbrados a ganar, con una nueva mentalidad de juego y de comportamiento vital.

Quiero creer que la forma en que millones de españoles hemos festejado el triunfo de LA ROJA, ha sido también por desprendernos de viejos fantasmas de nuestra supuesta idiosincrasia nacional. La forma de gritar «Soy español, español, español», no ha sido al viejo modo patriótico del franquismo, sino el nuevo orgullo de que España ha cambiado, de que podemos y sabemos hacer bien lo que nos propongamos, sin viejos prejuicios, ni complejos. Como dice Eduardo Galeano, el mundial de fútbol ha hecho justicia con nuestros jóvenes deportistas, lo que no es frecuente en el fútbol, ni en la vida.

Es una gran verdad el que España ha cambiado mucho desde los años 80, de mentalidad, de costumbres, especialmente en lo referente a la discriminación de la mujer en la que puede hablarse de revolución, y en la cultura de nuestros jóvenes. Yo me pregunto, ¿son sólo nuestros jóvenes deportistas los únicos buenos profesionales que tenemos? Entonces, ¿por qué volvemos a estar a la cabeza de Europa, de los países de la OCDE en desempleo juvenil, y también en paro total, en las dimensiones de nuestra crisis económica? ¿Por qué de nuevo el fatalismo y falta de confianza en nuestras posibilidades?

Nunca he creído en los atavismos históricos como condicionantes de nuestro desarrollo. No voy a descubrir la piedra filosofal, nuestra crisis tiene similitudes y consonancias con la crisis financiera mundial, dada la globalización de nuestro sistema económico. Pero la hondura de nuestra crisis tiene razones estructurales y coyunturales, dada la naturaleza especulativa del bienestar vivido en la supuesta década prodigiosa, pero hay una traba específica y diferencial que es la mediocridad e inmoralidad de nuestra casta política.

Repito, es el sistema de los partidos políticos españoles, el freno que nos está impidiendo la generalización de los éxitos de nuestros jóvenes deportistas. Como paradigma, el de la clase política catalana, caracterizada por uno de sus líderes como «la del 3%», cuando presumían de ser el «oasis », antes de que supiéramos de la extendida y profunda corrupción de todos sus partidos políticos y élites dirigentes , primero con la Operación Palau y después con la Operación Pretoria.

Una clase política enriquecida con la llamada Gran Corrupción Catalana que acompañó a los Juegos Olímpicos del 92, que hizo que los bolsillos privados se inflaran mientras que las arcas públicas se vaciaban. Sin embargo la retórica oficial tuvo la habilidad en utilizar el catalanismo como elemento emotivo y sentimental y siguen en el intento, proyectando la imagen de Catalunya, e incluso confrontándola con el Estado a cuenta del Estatut, para asegurarse el incremento del botín público y su reparto en exclusiva por las élites dirigentes catalanas, a costa del resto de ciudadanos catalanes y españoles.

El ejemplo cántabro es el de la corrupción política de Castro Urdiales, que no es sólo una manzana podrida en el cesto municipal español, sino una pequeña muestra de la generalizada corrupción existente en el ámbito municipal español. No hay más que rascar en la gestión de cualquier municipio español para encontrar corrupción en su gestión urbanística y en la contratación de personal y administrativa, salvo contadas excepciones. Objetivamente, la honradez es la excepción del sistema municipal y no la regla.

Por diversos factores, entre los que me encuentro, contamos en Castro Urdiales con pruebas más que evidentes de la existencia de una trama de corrupción con implicación de todos sus grupos políticos municipales, PSOE, PP, PRC, IU y la excrecencia de AxC. En Castro Urdiales sus protagonistas tienen nombres políticos bien conocidos y sus fechorías también. Los protagonistas lo vienen siendo desde hace dos decenas de años: Rufino Díaz Helguera, José Miguel Rodríguez alias KyK, Fernando Muguruza, Salvador Hierro alias Chito...

Ellos y numerosos compañeros suyos se encuentran actualmente imputados por diversos delitos graves de corrupción y/o enriquecimiento personal a costa de las arcas municipales gracias a la labor investigadora de un único magistrado, frente a la inhibición del resto de jueces que han pasado por Castro Urdiales desde el año 2002, cuando había pruebas evidentes y numerosas del saqueo público que acontecía en Castro Urdiales.

Es parte de nuestro drama actual, el que todavía no estén en prisión; ni siquiera han comenzado los juicios orales, ninguno, aunque la historia judicial de la corrupción castreña comenzara en 2002. Ocho años, y todavía el sistema judicial cántabro no ha actuado contra la corrupción, salvo una única excepción personal, todavía no se ha visto el relevo al Juzgado nº 2 de Castro Urdiales en los Juzgados penales de Santander. Tengo motivos para la desconfianza en la actitud de la Fiscalía, en las contadas Sentencias y Autos emanados hasta el momento de la Audiencia Provincial, caracterizadas por su levedad, cuando no frivolidad o arbitrariedad.

El drama es que «la impunidad es destructiva para la libertad y para las reglas del juego » como ha dicho precisamente en Santander Maite Pagazaurtundua. Pero no sólo en la parcela del terrorismo, también para la corrupción, que es la principal amenaza para nuestras libertades, en mi opinión.

Tampoco debemos hacer maniqueísmo y achacar el mal sólo a unos políticos y al mal quehacer de los profesionales de la justicia. Como vengo insistiendo, para que los castreños citados se corrompieran ha hecho falta corruptores y también «colaboracionistas». Tenemos entre los imputados numerosos ejemplos de ambos colectivos que harían largo este escrito, pero no me resisto a nombrar a Jon Loroño como ejemplo de los primeros y a D. César, Javier Leonardo, Pedro Restegui, Yolanda Sánchez, como ejemplos de los segundos. Puedo atestiguar que entre los imputados judicialmente son todos los que están, pero no están imputados todos los que son corruptos.

Pero además de todos los corruptos por acción, están sus beneficiarios, es decir todos aquellos receptores del dinero público sin atenerse a los principios de concurrencia para las subvenciones y contrataciones de bienes y servicios o a los constitucionales de mérito y capacidad para entrar como empleados municipales. También puedo atestiguar que los hay por centenares ya que el dinero público ha corrido de forma ilegal por centenares de millones de euros desde el año 1992 de comienzo del boom inmobiliario. ¿Por qué extrañarse de la presencia de centenares de personas o de un millar en adhesión a uno de sus protagonistas como Fernando Muguruza? Es normal que quieran perpetuar su estatus de graciosos beneficiarios de los fondos públicos.

Todos estos ejemplos tampoco son los únicos responsables de la corrupción existente, ya que también hay que citar a los tartufos y a los pancistas, es decir, a los que miraron para otro lado conociendo el saqueo público que se estaba produciendo y los que teniendo la panza como atributo esencial aspiran a recibir aunque sean las migajas del festín público.

Por lo tanto, son muchos los responsables de la corrupción por acción u omisión, pero nos engañaríamos señalando a la totalidad de la ciudadanía, ya que en su mayoría han sido víctimas y no beneficiarios de la misma y se han expresado con rabia democrática en las dos únicas ocasiones en que se han podido manifestar de forma generalizada, en las elecciones locales de 2003 y 2007.

He expresado en diversas ocasiones mi disconformidad con la opinión de que la corrupción cuenta con sólidas bases de conformismo en la sociedad española, culpabilizando de la misma a la mayoría social. Castro Urdiales es el contraejemplo, ya que en las dos últimas citas electorales votaron contra el equipo de gobierno, claro exponente de castigo a la corrupción, aunque no haya sido suficiente. Tampoco podían hacer más, porque tienen en contra todo el sistema de representación social, partidos, sindicatos y asociaciones. Resulta tremendamente difícil y costoso organizar alternativas a la partidocracia existente.

Para un demócrata o simplemente desde el sentido común, resulta inadmisible la continuidad del desgobierno corrupto de Fernando Muguruza. Hace tiempo que tenía que haber sido disuelto el actual Consistorio en aplicación de la Ley de Bases del Régimen Local. La inactividad del Gobierno de Revilla, competente para su tramitación, es un claro exponente de complicidad del sistema de partidos cántabro. Se les va el empeño en confundir con la imagen de «tránsfuga de libro», con sus tradicionales venganzas y arbitrariedades en la concesión de subvenciones y equipamientos, pero temen que la disolución del ayuntamiento de Castro Urdiales sea la caja de Pandora de una serie ilimitada que pondría en peligro su particular chiringuito municipal de financiación partidista. Entre todos ellos se cubren sus desvergüenzas.

De aquí la importancia del reciente acto de presentación de un grupo de valientes que agrupados en LA UNIÓN, son el primer intento de oponer una organización frente a la corrupción castreña, basándose en su denuncia radical y concreta, mediante su personación como acusación popular en los principales procedimientos penales que se siguen. También en que en positivo planteen el cumplimiento de las leyes existentes, primera trinchera frente a la corrupción.

Pero la gravedad de la crisis política y económica a que nos ha llevado la corrupción hace necesario implementar drásticas medidas de reforma y éstas deben comenzar por la regeneración del sistema político y judicial.

Hago votos y esfuerzos para que con la lucidez que planteaba Saramago podamos generar desconcierto y estupefacción a nuestras clases dirigentes, llegando al 75% entre votos en blanco o a alternativas de francotiradores como la de La Unión en Cantabria. No será fácil la regeneración, ineludiblemente los ciudadanos tendremos que plantearnos situaciones de desobediencia civil frente al electroshock social que nos prometen nuestros políticos, pero lo más sencillo, evidente y urgente es que no volvamos a votar a nuestros partidos tradicionales, ni siquiera con la nariz tapada, para no repetir el saqueo público al que nos someten.

Fernando Urruticoechea Basozábal es ex interventor municipal del Ayuntamiento de Castro Urdiales

Fuente: EL MUNDO CANTABRIA


FERNANDO URRUTICOECHEA BASOZÁBAL: ¿Regeneración política en Cantabria?