viernes. 19.04.2024

Emilio Gómez recopila en un libro artículos periodísticos de su padre, secretario del sindicato obrero minero.

La vida de Emilio Gómez Parejo no ha sido nada fácil. La Guerra Civil marcó su destino ya que a los 13 años tuvo que exiliarse desde Santurce a Rusia donde vivió 19 años hasta que en 1956 se desplazó hacia Francia para reunirse con sus padres. En la década de los 90 volvió de nuevo a España, fijando, finalmente, su residencia en Castro Urdiales en 1998.


Escenógrafo entre otros del Gran Teatro de Moscú, este castreño de adopción acaba de publicar un libro sobre la vida de su padre Víctor Gómez Barcenilla, secretario del antiguo Sindicato Obrero Minero. En esta publicación, recoge todos los artículos periodísticos que su padre publicó en los periódicos de la época sobre la situación de los mineros vizcaínos y castreños en la década de los 20 y 30 del pasado siglo. «Las minas de Castro, Ontón, Setares, Dícido al principio no tenían su sindicato hasta que se incluyeron en el Sindicato Minero de Vizcaya porque los amos de las minas eran los mismos, las condiciones y tratos las mismas y todo era igual que las del Vizcaya», asegura.

Emilio Gómez recuerda que en esta época los mineros vizcaínos y cántabros ya empezaban a vivir en unas mejores condiciones laborales, lejos de cuando trabajaban 12 o más horas al día o vivían en barracones, en cada cama dormían hasta tres personas, según lo estableciera el dueño, mezclando personas sanas con enfermas. Mejoras salariales que llegaron «gracias a la lucha y las huelgas que tuvieron los mineros».

El sindicato propició que los mineros de aquí, de Castro, cobraran el mismo salario y las mismas ventajas que tenían los mineros de Vizcaya, al menos eso era la teoría. Mejoras que llegarían a principios de la década de los años 20 del siglo pasado, aunque en 1910 se produjo una huelga muy importante por la que se dictaron las leyes de la jornada máxima de trabajo por la se pasó a trabajar de 12 a 9 horas y media de trabajo.

La llegada del sindicato iba a repercutir en mejoras para los mineros castreños. Pero no sería tan fácil. «Los patronos de las minas de aquí no querían otorgar esa mejoras y ahí surgían los conflictos. Los patronos lo primero que pedían eran ametrallar a los obreros», asegura. De los artículos publicados por el padre de Emilio, se podría deducir que habría en las zonas mineras el municipio castreño «de unas 3.000 o 4.000 personas, lo que le convertía en un sector muy potente». «De hecho la mina de Dícido tuvo muchos beneficios sobre todo al final cuando pertenció a Altos Hornos».

No obstante, las más importantes fueron, sin duda, las de Mioño. Todo ello hasta que se produjo la decadencia de las minas al acabarse el mineral poco después de la Guerra Civil.

Extraído de: eldiariomntanes.es

«Mi padre luchó por mejorar la vida de todos los mineros»