jueves. 25.04.2024

Carmen no ha llegado a la precariedad laboral por las dos vías que más señalan los expertos: falta de formación (es técnica administrativa) o carencia de experiencia laboral. Pero es claro ejemplo de la posición de debilidad de algunas personas en el mercado de trabajo. Su 'problema' tiene seis años. Un hijo con el 'síndrome de Asperger' que la obliga a pasar con él todo el tiempo que el pequeño no está escolarizado. Esta mujer, vecina de Castro Urdiales, acaba de recibir la carta de despido del supermercado que la empleaba. ¿Su pecado? Querer salir a la hora y reclamarlo.

Carmen cuenta que siempre tuvo trabajos acordes a sus estudios (en la oficina de una constructora, en una junta vecinal ). Esta seguridad en su capacidad se fue al traste cuando a su hijo le diagnosticaron el citado síndrome, que obliga a la familia a estar muy pendiente de él. El crío debe seguir unas rutinas muy marcadas, única forma de que acabe superando su falta de habilidades sociales.

El niño se convierte en la primera preocupación de la madre, a la que no queda más remedio que inclinarse a los empleos por horas. Sólo puede aceptar, desde entonces, aquellas que el cuidado del pequeño le deja 'libre'. Se ha dedicado a la limpieza de casas y a la de restaurantes. «A lo que salga», recalca.

Porque al tiempo que J. precisa una atención extra, las necesidades económicas se multiplican: hay gastos en logopedas, psicólogos y una medicación especial. Esto, a sumar a todos los dispendios que provoca habitualmente un niño. La única ayuda oficial que recibe son 48 euros al mes.

Cuando encontró un hueco en un supermercado, el plan parecía perfecto. Empezó dedicando media jornada. En total, 20 horas a la semana remuneradas con unos 300 euros (pagas prorrateadas). Estaba feliz: podía atender al niño y ganaba un dinero, aunque desde el principio vio que hacía más horas de las acordadas.

Al poco tiempo, le ofrecieron 40 horas semanales, con horario de 07,00 a 13,30 y pasó a cobrar 600 euros gracias a que la retención en nómina era de sólo el 1%. Lo habitual era meter -varios días a la semana- hasta dos horas extra «que no se contemplaban en ningún sitio». Primero su ocupación iba a consistir en unas cosas y, enseguida, se encontró corriendo por los pasillos del establecimiento para poder hacer toda la labor encomendada. Dice que hubo una jornada en la que trabajó nueve horas seguidas (de siete de la mañana a cuatro de la tarde) sin descansar y sin comer.

Acoso

Al contactar con un sindicato para que la asesorase sobre el horario, se inició el acoso. Malas contestaciones de la jefa («veremos si te vas a tu hora», por ejemplo) insultos, menosprecios, amenazas. De cumplir bien su cometido, pasó a oír una pega tras otra. Una reunión en la que se advierte de forma general que la empleada que coja una baja se irá a la calle. Carmen había pasado en pie una gripe, diciéndole al médico que no le diera la incapacidad transitoria por temor al despido. Por supuesto, menos aún existía el derecho de pedir una mañana para llevar a J. a la consulta con el neuropediatra que le atiende en el Hospital de Cruces (Baracaldo).

La empleada señala que echó «todas las horas del mundo» y trabajó 'contrarreloj'. Que aguantó desprecios y malos tratos. Pero le dio un ataque de ansiedad y acabó en Urgencias. El episodio se repitió, así que le dieron la baja. Con ella consiguió, casi simultáneamente, la carta de despido, en la que se alega que no rinde. Ahora le corresponde el seguro por desempleo, aunque ha denunciado a la empresa por despido improcedente y está esperando la resolución de la demanda.

Mientras, busca un empleo. Uno que la permita atender a su hijo. «No pido favores. Necesito un trabajo en el que cumpliré, porque soy cumplidora. En todos mis empleos anteriores me han tenido bien considerada».

Si han leído hasta aquí, deben saber también que esta mujer de 35 años prácticamente no dejó de llorar en toda la conversación que mantuvo por teléfono con EL DIARIO. Cree que se merece la oportunidad de un trabajo que le permita afrontar todos los gastos médicos que genera J., un niño que, si ahora tiene la atención que precisa, podrá hacer, de mayor, una vida normal.

Extraído de: eldiariomontanes.es

Una vecina de Castro Urdiales fue despedida de un supermercado tras reclamar que