viernes. 29.03.2024

Los turistas asoman sus ojos al perfil de la Cornisa Cantábrica y el

mar les avasalla, les asalta por sorpresa. A veces lo hace con furia.

Otras, con tranquilidad. De vez en cuando, con nostalgia. Pero siempre,

con su belleza. Hermosura por momentos dócil, que se esconde en

diminutas calas. O también salvaje y rebelde, que estalla contra las

paredes del mundo: un muro de roca serpenteante que recorre el norte de

nuestro país. Ya sea en Galicia, en Asturias, en Cantabria o el País

Vasco, la potencia de esas aguas a nadie deja indiferente.
No

obstante, hay otro mar, otro universo libre de olas, que es igual de

fascinante aunque menos conocido: el Cantábrico submarino. Casi nadie

lo observa y casi nunca se deja ver. ¿O es preciso escribir en pasado?

De acuerdo con los expertos en turismo, esas dos terceras partes del

planeta que conforman mares y océanos son cada vez más visitadas

gracias al auge del submarinismo y, sobre todo, del 'whale watching' o

avistamiento de ballenas. Esta práctica surgió a principios de los años

90 como un método de conservación de los cetáceos y en 1998 generaba ya

-según algunos informes- un negocio superior a mil millones de dólares

en el mundo debido, sobre todo, a las actividades aparejadas al

avistamiento (viajes, estancias, manutención y adquisición de

materiales turísticos).

Aunque el alcance del 'whale watching'

es difícil de contabilizar, algunos 'touroperadores' estiman que diez

millones de personas practican anualmente esta afición en noventa

puntos de avistamiento, la mayoría situados en el continente americano.

Eso no es óbice, sin embargo, para que España esté colocada entre las

primeras cinco potencias debido a su amplísimo entorno marítimo. Aunque

los dos enclaves fundamentales se hallan en Tarifa y las Canarias, el

Cantábrico también se ha convertido en una ruta preferente y son varias

compañías las que fletan barcos para llevar a curiosos y aficionados a

la cita con los grandes animales marinos. Además, museos como los de

Bilbao y Santander o el Centro del Medio Marino de Peñas, instalado en

el faro asturiano de Cabo de Peñas, permiten al visitante completar su

formación biológica, histórica y paisajística sobre ese horizonte azul

que se extiende más allá de la costa.

Es en esta inquieta

lámina de agua donde personas curiosas como Enrique Talledo, buscan

reflejos bajo la superficie y retratan la vida del fondo. A sus 35

años, este reportero de Castro Urdiales realiza documentales, atesora

varios premios internacionales por sus fotografías y se afana en la

conclusión de un libro que se editará en primavera, cuyas imágenes

descubrirán la vida que discurre a los pies de la cornisa cantábrica.

En este reportaje, el autor adelanta a los lectores de Vocento parte de

la belleza del mar.

«Hace más de cinco años que estoy preparando

la obra. He invertido mucho tiempo en estudiar las especies para que

los datos sean correctos», explica. Talledo ha seleccionado más de

quinientas imágenes de la fauna y flora submarinas, centrándose

especialmente en la comunidad cántabra, donde se inició como fotógrafo

submarino hace más de tres lustros en un concurso en su localidad

natal, al que acudió con una cámara desechable.

-¿Ha buceado en otros mares?

-Sí.

Estuve en Sudáfrica, en las Islas Maldivas, en el Océano Atlántico

También en el Índico, en el Mar Caribe y en el de Cortés, en México.

-¿Cómo es el Cantábrico, en comparación con todos ellos?

-En

sus condiciones generales, el mar deja mucho que desear. La visibilidad

no es buena. Pero desde el punto de vista biológico, es bastante rico.

Hay gran cantidad de especies, algunas menos vistas que otras, como los

tiburones, que no son de carácter costero.

El autor reconoce que

ballenas, delfines y orcas surgen de entre las aguas cada vez con mayor

facilidad para el turismo; enseñan sus aletas, acompañan las

embarcaciones y funcionan como efectivos anzuelos (valga el símil) para

aquellos que deciden salir de las playas pero sin abandonar el mar. Las

excursiones al reino de Poseidón se multiplican y el objetivo ya no es

la pesca, sino el avistamiento. Son paseos a cuerpo de rey, coronados

por gaviotas, alcatraces, cormoranes y pardelas. Reverenciados por

cetáceos, elegantes medusas, erizos y estrellas de mar. En el

Cantábrico conviven 24 especies de cetáceos, desde el calderón común

hasta los delfines listado y mular, cita el fotógrafo. Aunque la

mayoría de los mamíferos habitantes de estas aguas se pueden encontrar

en otros mares, hay casos como las focas grises que son ya extrañas de

encontrar.

La belleza de las medusas

Alta mar. Enfrente

de Zarautz. Aletas en los pies, piel aislante sobre el cuerpo y cámara

en mano, Talledo enseña una sonrisa infinita y se sumerge de pronto

entre las olas. Otra vez explora el territorio donde nació su afición.

Desde la superficie, sobre un barco de la academia náutica Eguzki Jaia,

sólo se ve la estela que ha dejado el fotógrafo. Txomin Zabala, el

capitán, observa la escena junto a los pasajeros de ocasión y comenta,

maravillado, que «da gusto ver gente así, tan interesada en la riqueza

marina». El resto se pregunta «dónde está el chaval», pues hace rato

que «no se le ve el pelo».

Talledo reaparece al cabo de unos minutos con su cámara y su sonrisa.

-¿Qué tal es la temperatura del agua?

-Varía bastante a lo largo del año, pero no supone un problema. Con los trajes de neopreno uno ni se entera del frío

Lo

suyo es práctica y esfuerzo. Una constante que le ha valido una

impresionante colección de imágenes. Y, también, de premios. Porque

mientras guarda un archivo de más de 20.000 fotografías, 'Kike', como

suele presentarse, luce feliz una lista que alcanza casi un centenar de

galardones, entre ellos el campeonato de España de caza fotográfica a

pulmón (en 1997 y 2000) y la condición de finalista del 'Wordlife

Photographer' de Londres -el prestigioso concurso de la BBC-. Recopila

sus trabajos y creaciones en una página web: www.mundosoceanicos.com.

Pero

a pesar de sus muchas horas embutido en neopreno, Talledo sostiene que

el ángulo formal no está en el agua, sino en la tierra. Más

concretamente, en su silla de escritorio y su consola de edición, desde

la que trata de inculcar «la belleza de uno de los lugares del planeta

menos conocido por nuestra sociedad y la necesidad de preservarlo».

Consciente de la hermosura de los grandes ejemplares para el turista,

él aboga, sin embargo, por el minimalismo acuático, los pequeños peces,

las algas e, incluso, las medusas, que «son muy bonitas». «Hay muchas

formas de aprovechar los recursos de la Naturaleza sin menoscabarla ni

hacerle daño», reflexiona.

-Después de tantas horas pasadas en los fondos marinos, ¿le aburre el trabajo de oficina?

-No.

En realidad, mi desafío fue el de aprender a montar vídeos. Pero, si te

gusta el mar, sigue siendo divertido y es una recompensa ver terminados

tus reportajes.

Extraído de: eldiariomontanes.es

El mar en imágenes, entrevista a Enrique Talledo