viernes. 20.09.2024

No se relacionaban con él, pero muchos conocían con detalle aspectos de

su vida íntima. «No tenía amigos aquí, no hablaba con casi nadie»,

explicaba ayer un oriundo en uno de los corrillos que se formaron tras

conocer la noticia.
Para muchos vecinos de Sopuerta, la ajetreada existencia de Adrián, 'el

uruguayo', como le conocían, no era un secreto. «Esto se veía venir»,

zanjaban.

El joven inmigrante llegó al pueblo hace unos años

con una mujer y un niño. Había trabajado de albañil en obras, en un

taller de coches -«era un magnífico mecánico», alababa ayer un

camarero-, y algunas noches aparecía con una grúa o con furgonetas

relucientes y camiones que luego supuestamente vendía.

Algunas voces anónimas recordaban ayer sus últimas fechorías conocidas:

hace dos meses tuvo un accidente con una moto sin seguro ni papeles y

en otra ocasión fue expulsado de un bar de la localidad por no pagar la

consumición, probablemente porque el habitual consumo de cocaína le

dejaba sin blanca.

Sopuerta se ubica a escasos metros del límite con Cantabria y muy cerca de Castro Urdiales.

Bajito, fuerte y «muy moreno», lo que más destacaba de su biografía,

sin embargo, era su encanto con las mujeres. En Uruguay dejó esposa e

hijos, en Barakaldo había tenido dos niños más, de 7 y 9 años, con otra

mujer, y en los últimos tiempos su novia era una adolescente menor de

edad, de 17 años, hermana de otra chica con la que había mantenido

relaciones anteriormente.

Un obrero recordaba ayer que le

había visto recientemente dormir en el 'Patrol' junto al puente del

pueblo. «Andaba más veces descalzo que con zapatos.

Extraído de: eldiariomontanes.es






Asesinan a un joven uruguayo después de torturarle en un camino forestal de Castro



Adrián Marcelo Aguilar Sánchez, un joven inmigrante uruguayo de 32 años afincado en Vizcaya, se había ganado muchos enemigos, tantos como sospechosos de su asesinato baraja ahora la Guardia Civil. Acumulaba deudas, había roto corazones y tenía problemas con las drogas, según cuentan las personas que le conocían. Tras permanecer dos años residiendo en Sopuerta en un piso de alquiler y perderse un tiempo por Barcelona, el joven había regresado a la localidad vizcaína. Dormía en un todoterreno prestado, un 'Nissan Patrol' verde con matrícula de Santander, el mismo junto al que ayer por la mañana apareció su cadáver con espeluznantes signos de violencia en un paraje en el límite con Vizcaya.



Una patrulla de la Guardia Civil que recorría la sinuosa carretera de montaña rodeada de bosques que atraviesa el pequeño pueblo de Talledo, en Ontón, pedanía de Castro, vio un vehículo sospechoso al final de un camino forestal en cuesta. Eran las seis y media de una gélida mañana de diciembre. Los agentes decidieron acercarse. Al llegar arriba, les sorprendió una terrible escena: encontraron un cuerpo sin vida junto a un 'Patrol' y avisaron de inmediato a sus compañeros de la Policía Judicial de Santander.



«Presentaba un fuerte politraumatismo y tres impactos de bala en la cabeza y había sido degollado», según informó ayer un portavoz de la Delegación del Gobierno en Cantabria. Adrián había sido torturado de forma salvaje antes de morir y tenía señales de haber estado arrodillado. La pregunta saltó enseguida en la mente de los investigadores: ¿Quién podía odiarle tanto?



Según explican algunos vecinos del barrio de El Castaño, en Sopuerta, personas de dudosa reputación solían aparecer cada cierto tiempo preguntando por su paradero para ajustar cuentas. «Vamos a por él», anunciaban para que el mensaje le fuera transmitido. También la Ertzaintza intentó localizarle en alguna ocasión. El propio fallecido había presentado recientemente varias denuncias por amenazas contra un vecino del pueblo, según la información oficial.



Pelea en un bar



La turbulenta vida de Adrián estuvo plagada de incidencias. La última, el pasado viernes alrededor de las ocho de la tarde en un bar de Ortuella que frecuentaba. La víctima se enzarzó en una pelea con el ex marido de una amiga, al parecer, por un asunto económico relacionado con un piso. Según testigos de la trifulca, ambos intercambiaron insultos, puñetazos y hasta llegaron a atacarse armados con los taburetes de la barra. Desde entonces, el joven uruguayo permanecía «desaparecido», según indicaron familiares de su actual novia, una chica menor de edad, de 17 años.



¿Dónde se ocultó todos esos días? Según los primeros indicios de la investigación, Adrián fue asesinado en algún momento de la tarde o noche del pasado miércoles, sólo unas horas antes de encontrarse su cadáver, según el resultado de la autopsia que se practicó ayer en el hospital de Valdecilla. Su asesino o asesinos se ensañaron con él y murió en la misma pista forestal en la que apareció el cuerpo: había gran cantidad de sangre en el suelo y no estaba seca. Otra de las incógnitas del caso se centra en si participaron una o varias personas en las vejaciones. El uso de varias armas, al menos una blanca y otra de fuego, y la brutalidad de los golpes, avalan la segunda hipótesis.



Agentes de la Guardia Civil acordonaron la zona hasta casi mediodía y extrajeron huellas dactilares detectadas sobre la chapa del todoterreno, propiedad de un vecino de Sopuerta, que podrían pertenecer al autor o autores del salvaje homicidio. Si hay algo claro es que éstos no perdieron ni un minuto en ocultar el cuerpo o en borrar evidencias del escenario del crimen.



Los investigadores se afanaban ayer en averiguar «a qué se dedicaba» el fallecido, «qué hacía allí», en una pista de difícil acceso y tan poco frecuentada, y «si había quedado con el asesino o llegó con él», según desvelaron fuentes cercanas al caso. El titular del juzgado de Instrucción número 2 de Castro Urdiales espera a recibir el atestado policial para decretar el secreto de sumario.



Extraído de: elcoreodigital.com

«No tenía amigos aquí, no hablaba con nadie», dicen los vecinos de Sopuerta