viernes. 19.04.2024

La aventura judicial del castreño Nicola Lococo por escribir el artículo ‘Las tribulaciones del oso Yogui’ –que trata sobre la caza de un oso por parte del rey de España en Rusia– se saldó el mes pasado con una de las defensas más humorísticas de la historia de la Audiencia Nacional. Lococo fue declarado inocente de un delito de injurias graves al rey –al igual que los dibujantes José Antonio Rodríguez y Javier Ripa, también procesados por la viñeta humorística del ‘oso Mitrofán’–. Este docente y filósofo de Castro Urdiales logró algo que está al alcance de muy pocos, defenderse a si mismo en la Audiencia Nacional mediante el humor. Eso sí, no se le escapo «ni una mueca».

DNI

NOMBRE: Nicola Lococo. NACIMIENTO: 27/3/1968. LUGAR: Castro Urdiales. ESTADO CIVIL: Soltero. PROFESIÓN: Docente. AFICIÓN: Ajedrez.

PREGUNTA.- ¿Cómo valora su enjuiciamiento y posterior absolución?

RESPUESTA.- El enjuiciamiento me ha parecido de tebeo. Que en pleno siglo XXI, en un país democrático como España, una cuestión de humor, traída y llevada por todos los medios de comunicación haya acabado en la Audiencia Nacional, me parece todo un despropósito. Un despropósito que un Fiscal General del Estado se haya preocupado de esta memez, y un despropósito que haya acabado siendo asumido como algo serio. En principio el juez Fernando Grande-Marlaska lo archivó, no vio delito en el asunto, hizo hasta casi una declaración en favor de los derechos de libertad de expresión, diciendo por activa y por pasiva no solo que no veía comisión de delito, sino que veía rasgos claros de humor. Asimismo me parece un despropósito que en este país se haya podido llamar «bobo solemne» al presidente del Gobierno, ante las cámaras de televisión, hecho por un responsable político de primera línea y en un foro como el Parlamento; o que prebostes de la Constitución como Manuel Fraga pida que se cuelguen a los nacionalistas o que otro representante del pueblo haya propuesto la muerte del Borbón, y sin embargo yo he acabado en la Audiencia Nacional por haber hecho una pequeña travesura. En cambio, todos ellos están amparados bajo el ‘todovale’ de tener una carta parlamentaria. Me absolvieron porque no había delito de injurias ya que no existía ánimo de ofensa. Para ofender el diccionario posee palabras mucho más elocuentes.

P.- Si algo llamó la atención en el juicio fue su defensa, que asombró a propios y estraños.

R.- Estamos en la Audiencia Nacional, un sitio cuando menos serio. Y no solamente por el nombre que tiene, los magistrados y fiscales que están ahí se supone que son lo mejor de lo mejor en su tarea. Además, aunque el tema era humorístico, se me estaba juzgando por injurias graves al rey, que tiene pena de cárcel y una fuerte multa económica. Lo normal hubiera sido hablar poco y dejar al fiscal que demostrase que yo he querido injuriar. Ése ha sido el caso de mis dos compinches, que estaban allí procesados por una caricatura. Yo pensé que era mi oportunidad para explicarme. No quería ser declarado solamente absuelto, sino inocente de los cargos y que se limpiase mi nombre. Cuando te llevan a la Audiencia Nacional lo primero que piensa la gente es que eres un terrorista o un criminal. Ya sabemos que en este país una cosa es la ley positiva, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, pero actuamos a la inversa: somos culpables aún cuando se demuestre lo contrario. Mi absolución tenía que ser bastante palpable. Un tema de humor tratado con una defensa de humor era algo bastante arriesgado. Por eso sorprendió. Me estaba jugando más de 20.000 euros y mi prestigio personal, y no se me escapó ni una mueca.

P.- ¿En qué momento decidió que se haría cargo de su propia defensa?

R.- Desde el principio vi que la mejor defensa era la mía, pues era un asunto lingüístico y no un delito de hechos. Era problema de qué se ha querido expresar. Lo más apropiado no era un abogado, sino alguien que supiese de los conceptos de las palabras, y resulta que mi madre es filóloga y yo licenciado en Filosofía. Y si por algo nos caracterizamos es por manejar y dominar el idioma.

P.- ¿Tardó mucho en prepararla?

R.- Las líneas magistrales de mi defensa me llevaron diez días, desde el día 4 de enero de 2007, en que salió la noticia, hasta el 15, cuando apareció publicada mi respuesta al fiscal, en un artículo titulado ‘Apología bufa de un filósofo pillo’. Ahí ya exponía las líneas magistrales de la defensa. Pero lo que luego apareció en el juicio, eso ya fue improvisado. Tenía un torrente de ideas para desarrollar y las expuse o callé según iba el juicio.

P.- Durante el juicio explicó que su familia materna era natural de Castro Urdiales y les apodan los ‘osos’ ¿Le han apoyado su familia y sus vecinos?

R.- Sí, desde un principio. Primero mi familia, siempre está conmigo cuando hago cosas que no son innobles, y en este caso, me apoyaron. El pueblo de Castro Urdiales me ha apoyado desde un inicio, independientemente de su signo político, de las siglas a las que voten, porque el pueblo es inteligente y me conocen. Los que se interesaron por el asunto y leyeron el artículo lo único que pudieron hacer fue esbozar una sonrisa. Y gente del PP, PSOE, IU e incluso de la antigua Fuerza Nueva, me felicitaron por el artículo. Me he sentido muy querido y me han apoyado mucho en el pueblo, soy un oso libre. Y hasta me invitan a cafés.

P.- ¿Entonces la fama provoca que hasta le paren por la calle?

R.- Hasta ese extremo no he llegado. Para eso hace falta salir en programas del corazón. Mis amigos y antiguos compañeros han aprovechado el momento para felicitarme y volver a trabar amistad.

P.- ¿Qué piense de que aún hoy las opiniones sobre la monarquía levanten tantas ampollas?

R.- Algunos hablan de postmodernidad y otros decimos que hay una segunda modernidad. No hemos superado la Ilustración, ha habido miedo a desarrollar todos sus principios y un ejemplo de ello es que aún haya monarquías. Ésta fue una solución en un momento dado cuando señores de la guerra se imponían a todos; el rey era el defensor del pueblo. Pero en el siglo XXI se supone que la razón y la ciencia se impone sobre todos los asuntos y ya no hay motivos para tener un monarca, sino presidente del Gobierno o de la República. Me parece ridículo, absurdo y un insulto a la razón que después de Juan Carlos I venga Felipe VI.

Extraído de: elalerta.com

NICOLA LOCOCO / «Me han apoyado mucho, soy un ‘oso’ libre»