El hotel Miramar de Castro Urdiales está condenado al derribo. La
Dirección de Costas del Ministerio de Medio Ambiente ha confirmado su
intención de no renovar ninguna de las concesiones otorgadas a
edificios levantados en dominio público marítimo-terrestre. Como quiera
que el establecimiento hunde sus cimientos en la playa de Brazomar, la
institución ha decidido no sólo no prorrogar la concesión que
posibilita su permanencia, sino iniciar un expediente para suspenderla.
El
hotel fue concebido como balneario y construido en plena posguerra
española por el Ayuntamiento de la localidad costera. «Entonces tenía
un objetivo social, ya que era utilizado como lugar de descanso para
los enfermos del municipio», recuerda el alcalde, Fernando Muguruza.
Con el paso de los años, el edificio pasó a manos privadas y fue
reconvertido en hospedaje. Ahora, Medio Ambiente apela a esa
transformación para cancelar la concesión.
«El permiso se dio
para un balneario, no para un hotel», informaron desde la Delegación de
Gobierno en Cantabria. Por ello, «se ha solicitado a Costas la
incoación del expediente de caducidad por incumplimiento de las
cláusulas concesionales», anunciaron las mismas fuentes. Los
responsables del establecimiento ya están concienciados de que «las
autoridades están decididas y lo van a derribar». No obstante, los
gestores plantarán batalla.
«El problema es que no reconocen la
propiedad y nos tratan como si lo tuviésemos en precario», señalaron.
Así, en caso de ser demolido, los propietarios tendrían problemas para
cobrar una indemnización. Ante esta situación, han interpuesto «dos
recursos y, aunque el primero lo han denegado, el tema sigue en manos
de nuestros abogados. Tenemos todos los documentos que demuestran que
es nuestro», advirtieron.
El derribo del Miramar aún no tiene
fecha. Sus dueños aseguran que no se hará efectivo «hasta 2017». Aunque
el permiso caduca antes, los hosteleros mantienen que «el plazo sólo
cuenta a partir de la entrada en vigor de la Ley de Costas de 1988». El
anuncio de derribo del polideportivo Peru Zaballa, edificado también
sobre dominio público marítimo-terrestre gracias a una concesión de
1976, no se ajustaría, sin embargo, a este razonamiento.
Uso público
Sea
como fuere, la emblemática construcción parece condenada a la piqueta.
El propio alcalde ha reconocido que los responsables de la Dirección de
Costas en Madrid le han confirmado que el hospedaje está en su punto de
mira. «Creo que la demolición no es beneficiosa para nadie y no me
gustaría que se hiciese efectiva», confesó Fernando Muguruza, quien se
mostró dispuesto «a mediar para llegar a algún acuerdo». «Quizá se
podría aprovechar el inmueble para uso público, aunque no sé si eso es
posible», admitió.
No obstante, el regidor recordó que «los
dueños cerraron un paseo público -en la zona que ocupa actualmente una
terraza acristalada con vistas a la playa- para un aprovechamiento
privado y no sé por qué». En este sentido, fuentes del hotel precisaron
que «para llevar a cabo la obra pedimos permiso al Ayuntamiento. Como
no respondieron, se consideró silencio administrativo y seguimos
adelante».
Actualmente existen en Castro otras construcciones
edificadas en zona de dominio marítimo-terrestre, entre ellas el Club
Náutico y el dique solarium. Según ha desvelado la Delegación del
Gobierno en Cantabria, «ambas infraestructuras son competencia de
Ejecutivo regional».
Un balneario ilegal desde su apertura
actual hotel Miramar nació como un balneario ilegal a principios de los
años 40, en plena posguerra española. Por aquel entonces, el
Ayuntamiento lo proyectó como un espacio de recuperación para los
enfermos de la localidad. Sin ningún tipo de permiso, sus muros se
materializaron gracias al esfuerzo de decenas de presos políticos.
En
1942 fue arrendado por la familia Alonso, que pagaba 1.000 pesetas
anuales de alquiler. Tres años después, el Consistorio lo convirtió en
hotel y se lo alquiló a un madrileño, que lo abandonó en 1946. En 1955
los responsables locales lo sacaron a subasta y el edificio acabó en
manos de Ramón Peña, que lo amplió. Cuatro años después lo compraron
los Alonso, familia que ha sido su propietaria desde entonces.
Actualmente
el hotel, que al menos en dos ocasiones ha visto como los temporales
empujaban las olas hasta el vestíbulo, cuenta con 34 habitaciones y
«uno de los mejores comedores del norte de España», según proclama su
página web.
Extraído de: elcorreodigital.com