domingo. 06.10.2024

El hotel Miramar de Castro Urdiales está condenado al derribo. La

Dirección de Costas del Ministerio de Medio Ambiente ha confirmado su

intención de no renovar ninguna de las concesiones otorgadas a

edificios levantados en dominio público marítimo-terrestre. Como quiera

que el establecimiento hunde sus cimientos en la playa de Brazomar, la

institución ha decidido no sólo no prorrogar la concesión que

posibilita su permanencia, sino iniciar un expediente para suspenderla.
El

hotel fue concebido como balneario y construido en plena posguerra

española por el Ayuntamiento de la localidad costera. «Entonces tenía

un objetivo social, ya que era utilizado como lugar de descanso para

los enfermos del municipio», recuerda el alcalde, Fernando Muguruza.

Con el paso de los años, el edificio pasó a manos privadas y fue

reconvertido en hospedaje. Ahora, Medio Ambiente apela a esa

transformación para cancelar la concesión.

«El permiso se dio

para un balneario, no para un hotel», informaron desde la Delegación de

Gobierno en Cantabria. Por ello, «se ha solicitado a Costas la

incoación del expediente de caducidad por incumplimiento de las

cláusulas concesionales», anunciaron las mismas fuentes. Los

responsables del establecimiento ya están concienciados de que «las

autoridades están decididas y lo van a derribar». No obstante, los

gestores plantarán batalla.

«El problema es que no reconocen la

propiedad y nos tratan como si lo tuviésemos en precario», señalaron.

Así, en caso de ser demolido, los propietarios tendrían problemas para

cobrar una indemnización. Ante esta situación, han interpuesto «dos

recursos y, aunque el primero lo han denegado, el tema sigue en manos

de nuestros abogados. Tenemos todos los documentos que demuestran que

es nuestro», advirtieron.

El derribo del Miramar aún no tiene

fecha. Sus dueños aseguran que no se hará efectivo «hasta 2017». Aunque

el permiso caduca antes, los hosteleros mantienen que «el plazo sólo

cuenta a partir de la entrada en vigor de la Ley de Costas de 1988». El

anuncio de derribo del polideportivo Peru Zaballa, edificado también

sobre dominio público marítimo-terrestre gracias a una concesión de

1976, no se ajustaría, sin embargo, a este razonamiento.

Uso público

Sea

como fuere, la emblemática construcción parece condenada a la piqueta.

El propio alcalde ha reconocido que los responsables de la Dirección de

Costas en Madrid le han confirmado que el hospedaje está en su punto de

mira. «Creo que la demolición no es beneficiosa para nadie y no me

gustaría que se hiciese efectiva», confesó Fernando Muguruza, quien se

mostró dispuesto «a mediar para llegar a algún acuerdo». «Quizá se

podría aprovechar el inmueble para uso público, aunque no sé si eso es

posible», admitió.

No obstante, el regidor recordó que «los

dueños cerraron un paseo público -en la zona que ocupa actualmente una

terraza acristalada con vistas a la playa- para un aprovechamiento

privado y no sé por qué». En este sentido, fuentes del hotel precisaron

que «para llevar a cabo la obra pedimos permiso al Ayuntamiento. Como

no respondieron, se consideró silencio administrativo y seguimos

adelante».

Actualmente existen en Castro otras construcciones

edificadas en zona de dominio marítimo-terrestre, entre ellas el Club

Náutico y el dique solarium. Según ha desvelado la Delegación del

Gobierno en Cantabria, «ambas infraestructuras son competencia de

Ejecutivo regional».

Un balneario ilegal desde su apertura

El

actual hotel Miramar nació como un balneario ilegal a principios de los

años 40, en plena posguerra española. Por aquel entonces, el

Ayuntamiento lo proyectó como un espacio de recuperación para los

enfermos de la localidad. Sin ningún tipo de permiso, sus muros se

materializaron gracias al esfuerzo de decenas de presos políticos.

En

1942 fue arrendado por la familia Alonso, que pagaba 1.000 pesetas

anuales de alquiler. Tres años después, el Consistorio lo convirtió en

hotel y se lo alquiló a un madrileño, que lo abandonó en 1946. En 1955

los responsables locales lo sacaron a subasta y el edificio acabó en

manos de Ramón Peña, que lo amplió. Cuatro años después lo compraron

los Alonso, familia que ha sido su propietaria desde entonces.

Actualmente

el hotel, que al menos en dos ocasiones ha visto como los temporales

empujaban las olas hasta el vestíbulo, cuenta con 34 habitaciones y

«uno de los mejores comedores del norte de España», según proclama su

página web.

Extraído de: elcorreodigital.com


Medio Ambiente derribará un hotel de Castro que invade una playa