sábado. 27.07.2024

Mediados de los años 90. La fiebre del ladrillo empieza a tomar impulso en Castro. Recién abierto el tramo de El Haya de la A-8 y acortadas las distancias con la vecina Vizcaya, la demanda de viviendas en la localidad costera aumenta progresivamente. Tanto, que decenas de inmobiliarias empiezan a proliferar por todos los rincones del municipio. Llegó a haber setenta.  Y es que, a razón de 2.000 nuevas construcciones al año, no faltaba el trabajo. «Casi teníamos cola en la puerta. Vendíamos promociones enteras en apenas dos meses», rememoran en la inmobiliaria La Plazuela. «Sin moverte de la mesa, vendías dos o tres pisos sobre plano al día», cuentan en otra agencia próxima.

La mayoría cobraba un 3% de comisión por venta, por lo que los beneficios para las empresas no eran nada desdeñables. Por la venta de un piso de treinta millones de las antiguas pesetas, la inmobiliaria se llevaba uno. No obstante, la competencia provocó que «algunos negocios bajasen esa comisión al 1% o que negociaran, por ejemplo, que con medio millón les bastaba. Una barbaridad», recuerdan en La Plazuela. Fue entonces cuando las agencias decidieron abrir hasta los domingos por la mañana. Había que aprovechar el tirón.

Pero este feliz panorama derivó, según los expertos consultados, en el intrusismo profesional y el exceso de competencia. Según explican en la inmobiliaria Bilbao, una de las razones por las que surgieron de la nada tantos negocios fue que algunos comerciales que trabajaban en inmobiliarias de «toda la vida» se lanzaron a montar la suya propia, tuvieran o no experiencia suficiente. Pero los había más temerarios. «Algunos se hacían el cursillo de un mes que se necesitaba para montar el negocio, y a vender», asegura una agente experta de La Plazuela. Y es que para trabajar en esto, en principio, «sólo hacía falta una mesa y un teléfono».

Tampoco ayudaron los particulares que «especulaban» con sus viviendas. En esa línea, los precios de los pisos se «inflaron muchísimo». Superaron su techo racional. «Llegaban a pedir 55 millones de pesetas por cualquier cosa, ya fuera un bajo o un séptimo. Estuviera donde estuviera», apunta la misma fuente.

La situación se hizo insostenible y la burbuja estalló en Castro. La onda expansiva ha provocado la caída progresiva del precio de las vivienda desde 2006. Hoy se ha reducido entre «un 25% y un 30%» desde el inicio de la crisis, aseguran en la inmobiliaria Castro. En euros, este descenso supone entre 48.000 y 60.000 de media.

1.500 viviendas vacías

Según datos del Ministerio de Vivienda del último trimestre de 2008, el metro cuadrado en Castro cuesta 2.432,5 euros. Es decir, que un piso medio de 60 metros alcanza los 145.920 euros. Hace apenas unos años se podía haber llegado a pagar casi el doble por él. Pese a todo, el mercado en el municipio «está totalmente parado». «Ahora es el momento de los chollos para quien tenga dinero. Y comprar una casa sigue siendo una buena forma de inversión», explican en otra oficina.

Ya en plena crisis, la demanda también ha ido relajándose, lo que ha provocado el cierre encadenado de decenas de inmobiliarias en los últimos dos años. Las primeras en caer fueron las 'espontáneas' que crecieron al calor del 'boom' del ladrillo. Hoy sólo quedan quince operativas en Castro, donde se acumulan 1.500 nuevas viviendas vacías.

En la mayoría de las agencias casi no suena el teléfono. Las que sobreviven han reducido sus plantillas a la mínima expresión. Se mantienen gracias a la venta de garajes, terrenos, alquileres y alguna que otra venta. Y siempre por debajo de 150.000 euros. «Los bancos ya no dan créditos a nadie», coinciden las inmobiliarias consultadas.

Extraído de: elcorreodigital.com

La crisis económica obliga a cerrar medio centenar de inmobiliarias en Castro