Napoleón decía: Hay muchos y buenos generales en Europa, pero ven demasiadas cosas; yo no veo más que una .
Este general, del que el biógrafo Teixeira de Pascoasse dijo; Napoleón no cabe en Europa. Es un Dios que se retrasó en el camino; traerá con su revolución un torbellino de violencia a nuestra patria, que no estaba preparada para ella, ni la entendía el bien nacido, y lo mismo que a la monarquía de entonces, así como a quienes se creían liberales impolutos, se les atragantó.
No pasó ni pasa desapercibida en Castro la revolución, donde tanto el invasor como el castreño dejó huella imperecedera para siempre. Mires por donde mires, en Castro está latente aún el estampido loco de los cañones y la acometida asesina de los bárbaros, que no soldados.
En las casas, calles y muelles, en las piedras, altos, islotes y caminos se encuentran en la actualidad evidencias más que reseñables de aquel fatídico 11 de Mayo de 1813.
Santa María presenta el impacto de varias balas encajadas en su fachada; los cañones que dispararon cerca de los farallones sirven de amarre a los barcos en la actualidad y otros se encuentran como testigos submarinos de aquélla efemérides, en los aledaños de nuestra costa.
Tenemos los cuadros de Quintana (no era Goya) que plasman en la Sala de Plenos del Ayuntamiento de Castro Urdiales, la más dura realidad del día cero para los castreños.
Mucho les costó tomar la plaza a las tropas invasoras e incluso el capitán de campaña Nicolás Marcel dejó escritas unas memorias de su estancia en Castro (librairie Plon, París 1913) y dice refiriéndose al Sitio de nuestra Villa; las mujeres del pueblo venían a diario a agotarnos de tonterías y levantando sus sayas nos enseñaban su trasero . Después de toda una noche de disparos que encendían, subimos con escaleras por los huecos de los cañones sin nadie que combatir y en la ciudad fui testigo de los horrores que se cometen en una ciudad asaltada. Nuestros soldados habían encontrado cantidad de vino y todos o casi todos estaban borrachos e hicieron abusos abominables que los oficiales no pudieron impedir. Todas las mujeres sufrieron violaciones, sin que la infancia ni la vejez fuese respetada por el soldado. Unas mujeres jóvenes prefiriendo la muerte a la vergüenza, fingieron acceder a los deseos brutales de los soldados, pero queriendo decían buscar un sitio apartado, condujeron a esos hombres a la orilla de la mar y allí se precipitaron intentando llevarse con ellas a los hombres. En las calles no se veían nada más que cadáveres, mujeres desnudas huyendo delante de los soldados, sobre todo los italianos que se mostraban aun más animados que los franceses. Queriendo salvar a una mujer de las manos de esos caníbales, casi recibo un disparo y me salvó un hombre del 6ª ligero y conseguí que dejaran esta presa que probablemente pasó a ser luego la de otros furiosos...
Javier Echevarría, nuestro más insigne historiador y que conoció de rostro y presencia a varios supervivientes de aquella epopeya, dice al respecto; enseguida de hallarse aquellos monstruos sin testigo y acompañados de su furia infernal se lanzaron al saqueo, la violación y el pillaje, prendieron fuego al pueblo por varios puntos y sólo se salvaron los que habían podido lograr una lancha. Todos perecieron de diferente manera a cual más inaudita y horrorosa; un niño recién nacido fue arrojado a la mar vivo, otro tirado a la calle por una ventana, otro llevado en triunfo sacrílego por un soldado, ensartado en la bayoneta del fusil: Antonia de los Heros abrasada viva en su casa; Joaquina de Barona, obligada a echar al agua por el muelle los cadáveres de dos sobrinos y un cuñado suyo, de su padre, su madre, su marido y un hijo de tierna edad, después de haber presenciado la muerte cruel que les dieran a su vista. Además de los forasteros de quienes no se ha hecho información, murieron 309 personas de la villa, contándose entre los muertos 42 solteros, 82 niños y niñas y los restantes 185 vecinos y vecinas...
Pocos días estuvieron los franceses en Castro Urdiales después del 11 de mayo de 1813, pero nada más abandonar la plaza, se lanzaron los castreños papel y pluma en mano calle por calle y vecino por vecino a plasmar y dejar para siempre una memoria, donde se resalta la atrocidad cometida que no encaja en ninguna de las guerras protagonizada por los franceses en nuestra península.
Con este pequeño y sencillo artículo no quiero hacer reseña de memoria histórica, eso lo dejo para los políticos que saben a qué juegan. Lo único que pretendo, es sólo recordar, una vez más, a aquellos castreños a los que les toco protagonizar una autentica barbarie. La verdad es que hasta ahora las autoridades de Castro Urdiales no se han dado tregua 'política' desde hace muchos años, para 'de buena fe' conmemorar, recordar y homenajear con todo el rigor (no sólo flores), un día como el del 11 de mayo de 1813 que, sin ninguna duda, nos dejó huérfanos para la historia, al haberse quemado varias escribanías y perder importantísimos lazos históricos y que sin duda fue el día más funesto en la historia de Castro Urdiales desde que Roma puso los pies en su Flavióbriga. Pocos días estuvieron los franceses en Castro Urdiales después del 11 de mayo de 1813, pero nada más abandonar la plaza, se lanzaron los castreños, papel y pluma en mano, calle por calle, y vecino por vecino, a plasmar y dejarlo para siempre en la memoria.
Extraído de: eldiariomontanes.es