Muchas son las historias que todos conocemos a través de los medios de
comunicación sobre esos inmigrantes que se juegan su vida en un cayuco
en el intento de alcanzar un futuro mejor en nuestro país. Algunas de
esas historias, lamentablemente, acaban con un desenlace fatídico, pero
otras se pueden contar. Es el caso de los seis inmigrantes que se
encuentran en la actualidad instalados en el centro de primera acogida
de emergencia, que la Cruz Roja de Castro Urdiales tiene ubicado en el
barrio de Talledo (Ontón).
Trasladados en su mayoría de las costas canarias, estos seis jóvenes
reciben en Castro una primera acogida en la que se les proporciona
clases de alfabetización, de español, Internet, etc. El objetivo: que
en un periodo de tres meses -plazo máximo que pueden permanecer en el
albergue- manejen todas la herramientas necesarias de integración en
nuestro país, para tener autonomía propia y buscarse esa vida que
anhelan.
Tres meses
Sandra González, educadora del albergue de Talledo, comenta que
durante esos tres meses de estancia en centro «tienen que aprender
recursos, habilidades sociales, y sobre todo, tienen que integrarse en
la sociedad». «Estas herramientas les facilitará en parte, el poder
conseguir un trabajo y un lugar digno en el que puedan vivir».
Con respecto a las nacionalidades que convergen en en este
albergue, Sandra asegura que hay de todo: Senegal, Nigeria, Burquina
Faso, India, República de Liberia. No obstante, en la actualidad los
seis jóvenes que han sido acogidos por la Cruz Roja en Talledo proceden
sobre todo de Gambia y Costa de Marfil. Y es que el albergue acoge a
grupos que se van rotando continuamente.
Tareas
A pesar de las atenciones de las que disponen estos inmigrantes en
el centro de acogida castreño, su tarea por integrarse en la sociedad
no es un camino de rosas ni mucho menos. Cada día recorren a pie unos
cinco kilómetros -otros tantos de vuelta- desde Talledo a Otañes para
coger el autobús. Y es que durante su estancia en Castro también bajan
hasta la ciudad para recibir clases de español en la Escuela de
Adultos, además de practicar deporte, sobre todo fútbol sala en uno de
los polideportivos municipales.
Tal es su pretensión por integrarse en la sociedad que durante la
Pasión Viviente de Castro Urdiales, declarada Fiesta de Interés
Turística Regional, varios inmigrantes participaron como personal
preventivo de la Cruz Roja. Su educadora lo tiene muy claro: «se
integran muy rápido con la gente del pueblo, hacen amigos con facilidad
y no tienen demasiados problemas».
Una jornada
Desde primeras horas de la mañana, estos seis jóvenes comienzan su
actividad. A las 8,30 horas se levantan, hacen sus cama, se asean. Una
hora más tarde desayunan y después realizan tareas de limpieza en la
cocina, el salón, la habitación, el baño...En torno a las 11 de la
mañana llevan a cabo las tareas programadas durante la semana, los
cursos de alfabetización, y sobre todo las clases de español que son
las que le facilitarán un trabajo.
A las 13, 30 horas, es el turno para comer. Aunque cuentan con un catering, ellos mismo se encargan de preparar la comida.
Ya por la tarde, entorno a las 15,30 horas, estos jóvenes retoman
las actividades programadas: taller de cocina, taller de periódico,
etc. y por la noche, cena, limpieza de cocina, ver la televisión y a
dormir.
Una jornada rutinaria durante tres meses, que los seis inmigrantes
deben aprovechar al máximo, porque de ese periodo formativo depende el
que consigan un trabajo digno, que asu vez les permita disponer de los
famosos 'papeles' y por tanto poder, aspirar a tener una vivienda.
Todas las ilusiones y aspiraciones de estos jóvenes inmigrantes hacen que este albergue sea el de la esperanza.
Dos jóvenes unidos por un mismo destino
Tienen 22 y 18 años y llegaron a España en cayuco desde Gambia hace dos
meses. Sidia Conteh y Alasana Jaiten, afortunadamente, pueden contarlo
porque hay otros que se quedan en el camino. De las Islas Canarias
llegaron al albergue de Talledo dispuestos a conseguir un trabajo y
quedarse en Castro. En estos dos meses han aprendido español -en el
caso de Alasana no sabía ni leer ni escribir-, requisito imprescindible
para conseguir sus objetivos.
Sidia y Alasana son algo más que amigos. Desde que decidieron
emprender su aventura son inseparables. Han compartido penas y alegrías
y han visto la muerte cerca, muy cerca. En el albergue de acogida de
Talledo han vuelto a sonreir. Son conscientes de la dificultad de
encontrar un trabajo y más sin disponer de papeles, pero día tras días
bajan a la ciudad a probar suerte. No pierden la esperanza de encontrar
un trabajo. «Alasana y yo siempre vamos a Castro a buscar trabajo, pero
es muy difícil cuando no se tienen los papeles. Tenemos muchos amigos
en Castro que nos están ayudando», asegura el joven Sidia, un enamorado
del fútbol sala como lo son muchos castreños. Aunque la tarea de
encontrar trabajo es ardua, no lo es menos el desplazarse desde el
albergue hasta Castro. Toda una odisea ya que desde Talledo hasta la
primera parada de autobús, ubicada en Otañes, hay más de cinco
kilómetros, distancia que recorren todos los días a pie.
Pero a pesar de todo, la sonrisa de Alasana no desaparece. «Nuestra
familia está aquí, Sandra, Tamara y los voluntarios nos ayudan mucho.
En el albergue limpiamos, preparamos la comida que nos traen,
estudiamos español tanto aquí como en la escuela de adultos de Castro».
Está claro que en Castro se sienten como en casa, pero eso no quiere
decir que no añoren a sus seres queridos. Al fin y al cabo, no hay que
olvidar que uno de los objetivos de su viaje al 'paraíso' es ganar
dinero para ofrecer una mejor vida a quienes se quedaron en su país.
«Quiero tener un trabajo para poder mandar dinero a mi madre», confiesa
Alasana.
Una vida mejor
La pregunta era obligada para ambos. ¿Por qué arriesgar la vida
para venir a España? Alasana y Sidia lo tienen claro. «Queremos una
vida mejor, en África no hay dinero». Son conscientes de que les queda
un mes para abandonar la que ha sido su casa desde que llegaron a
España. Pero no pierden la fe.
«Quiero vivir en Castro, no quiero irme a ningún otro sitio porque
aquí tengo muchos amigos y aquí me han acogido con los brazos abiertos.
Estoy encantado y feliz», acierta a decir Sidia, aún con mucho esfuerzo
a la hora de expresarse en castellano. El tiempo dirá si la historia de
Alasana y Sidia tiene un final feliz.
FICHA TÉCNICA
Extraído de: eldiariomontanes.es