martes. 23.04.2024

El montañero castreño, Juan Carlos González, ejemplo de dedicación, constancia e ilusión sin límites, que consiguió ser el primer cántabro que ascendió el Everest, hazaña que le costó la pérdida de siete falanges de los dedos en ambas manos, ha vuelto a coronar recientemente con éxito la cumbre del Cho Oyu, pero en una mirada retrospectiva, a través de la siguiente entrevista, recuerda aquella jornada inolvidable del Everest y, luego, la última proeza.

PREGUNTA.- Para culminar una meta tan importante ¿qué preparación previa realizó?

RESPUESTA.- Las cosas no se consiguen de la noche a la mañana, sino a través de muchos años de practicar la ascensión a la media montaña, tanto en Castro Urdiales como en La Rioja, pero sobre todo muchas horas de bicicleta que fue lo que, en definitiva, me proporcionó el fondo físico necesario para afrontar esta escalada.

P.- ¿Cómo surgió la idea de hollar el mítico Everest?

R.- Fue casi por carambola. Conocí en Vitoria, donde resido desde hace unos cuantos años, a gente que estaba metida, en cierto modo, en el Himalaya; entonces surgió la escalada al Mont Blanc y luego al Aconcagua para conocer, un poco, lo que es la media montaña, a continuación estuve, con la misma gente, en los Pirineos, durante todo este tiempo observaron cómo me desenvolvía, vieron que funcionaba bastante bien en esas alturas, siempre según versión de ellos, y entonces me propusieron ir al Everest, lo que fue para mi un sueño.

P.- Una vez en el Campo Base, ¿cuándo surgió la idea de acometer la escalada final?

R.- Primero tengo que poner en claro que no fue mi objetivo inicial hacer cima porque sabía que era excesivamente difícil, sobre todo para mí que iba por primera vez. Una vez de estar allí, felizmente cambió todo dado que me di cuenta que me encontraba con buenas condiciones físicas y una altísima moral cargada de ilusión increíble. Luego también influyeron mucho los compañeros porque pensé que si ellos podían ¿por qué yo no?

P.- ¿Cómo empezó la jornada histórica?

R.- Todo comenzó con un primer intento que fue abortado por las malas condiciones del tiempo reinante, lo que nos hizo regresar a todos al Campo Base. Luego, debido a una previsión meteorológica de buen tiempo durante unos días posteriores, inicié el ascenso del Campo Base al Campo 3 con un tiempo no muy bueno que hizo volverse a varios compañeros. Pasé al Campo 2, es decir, de 8.000 a 8.400 metros de altura, lo que me hizo pensar que podía llegar a la cima y en caso contrario consideré que ya era suficiente premio haber llegado a esa cota y poderlo incluir en mi palmarés. Una vez allí el tiempo mejoró, las previsiones del tiempo eran buenas para el día siguiente, además me encontraba bien físicamente y decidimos hacer cumbre. Salimos sin ningún problema al principio, pero cuando nos metimos ya en las franjas amarillas, superados los 8.400 metros, me puse el oxígeno que hasta entonces no lo había usado y una vez en la primera arista disfrutas mucho de lo que estás viendo a tus pies y en el horizonte, es maravilloso a los ya 8.500 metros de altura, te pasa todo por la cabeza, muchas imágenes, sobre todo te acuerdas de la familia. Estás disfrutando en esos momentos y piensas que también los demás lo están disfrutando.

P.- ¿Se acuerda de la fecha de esta ascensión memorable? Y ¿Cuál fue la primera imagen que le vino a la mente cuando coronó la cima?

R.- Fue el 27 de mayo del año 2000. Cuando llegué dudé de que lo había hecho debido a que no estaba un trípode que me habían dicho que encontraría en ella; luego me dijeron que lo habían retirado los chinos varios años antes. Luego, una vez que tomas conciencia de que lo has logrado, que estás en la cima, tienes poco tiempo para reflexionar, sabes que allí tienes que estar muy poco tiempo, que estás demás, que los problemas vendrán en el descenso, que no se ha terminado todo, ni mucho menos. Pero es la familia lo primero que te viene a la cabeza, la ilusión que les puede proporcionar el que estés allí arriba. En ningún caso piensas que se pueden complicar las cosas en el descenso, pero el peligro está ahí, como luego lo pude comprobar en aquella noche terrible que tuve que sufrir, a más de 40 grados bajo cero, que costó la pérdida de siete falanges de los dedos de las manos.

P.- Este éxito ¿terminó con el gusanillo de coronar cimas?

R.- Sinceramente no se me ha pasado por la cabeza, pero tampoco descarté la posibilidad de continuar a pesar del terrible castigo que sufrí. De hecho, durante el tiempo que estuve ingresado en una clínica en Zaragoza para recuperarme de las congelaciones sufridas, muchos me preguntaban si volvería, les contestaba que aún no lo sabía, que no había decidido nada en ningún sentido, pero que tampoco me importaría, tenía una experiencia muy fuerte, pero tampoco tenía porqué ocurrirme lo mismo en ocasiones futuras. De hecho, cuando transcurrió un poco más de un año, tuve ya las manos en condiciones regresé a la montaña. Concretamente al Aconcagua, además de una serie de montañas pertenecientes a las Siete Cumbres. Después he intentado en dos ocasiones escalar el Shisapasgma pero ambas fueron abortadas por las malas condiciones metereológicas.

P.- ¿Cuál ha sido la última proeza?

R.- Ocurrió el pasado 23 de septiembre de 2007, cuando conseguí hacer cumbre en el Cho Oyu, que es la sexta montaña más alta del Planeta con sus 8.201 metros.

P.- ¿El alpinista es un suicida, un valiente o ambas cosas a la vez?

R.- De suicida nada, nadie va diciendo que se quiere morir, en absoluto que no, creo que todos los que allí vamos apreciamos la vida, algo que debe tenerlo muy claro todo el mundo. Eso sí, sabes que existe un riesgo, como en todos los deportes más o menos; los médicos, a su vez, ya dicen que a partir de los 7.500 metros de altura no se puede vivir normalmente, debido a ello intentamos aclimatarnos convenientemente y cuando hacemos cumbre permanecemos en ella el menor tiempo posible.

“Mi familia me dice que no vaya a hacer más cumbres”.

P. ¿Qué dice la familia?, ¿está acostumbrada ya?

R. Pues que no vaya. Tampoco está acostumbrada. Sobre todo están intranquilos el día que les comunico que voy a intentar hacer cumbre, lo mismo que les ocurre cuando les comunico que inicio el descenso porque saben que encierra mucho peligro. Pero sube en intensidad la preocupación cuando durante varios días, por diversas causas, no puedo comunicarme con ellos.

P.- ¿Hasta qué punto ha llenado la bolsa de la ilusión de hollar cimas de montañas?

R.- Creo que la tengo prácticamente llena con lo que he realizado, estoy más que suficientemente contento, pero no cabe duda de que si surge una nueva posibilidad de hacer otra cima posiblemente no la desaproveche, pero bueno, siempre hay que tener en cuenta las complicaciones que ello conlleva, sobre todo en lo referente a la familia. Venga o no una nueva oportunidad no es algo que me preocupe.

P. ¿Qué representa haber sido el primero de Cantabria y uno de los de España en hollar la cima del Everest?

R.- Debo aclarar que fui el quinto de España que he realizado la escalada por la cara Norte. Pero, en principio, no vas con esa idea de que quiero ser el primero, tampoco me importaría haber sido el 150, es la historia la que dicta su ley, lo importante de verdad es haberlo conseguido y ni qué decir, la ilusión que te embriaga, cuando estás en la cima, poder desplegar las baderas de Cantabria y de Castro Urdiales, hay que estar allí para saberlo y, también, para poder saborear momento tan sublime.

Extraído de: elalerta.com

El castreño Juan Carlos González vuelve a su villa natal tras coronar el Cho-Oyu